Los cánones de belleza han sido usados por el mundo de la
moda como pilar fundamental para promocionar prendas o marcas, tanto que han
creado una mentalidad general en las personas, de manera que un maromo con
cuerpo de Apolo esculpido o una chica con las medidas de Megan Fox es lo ideal.
Ahora, (y démosle gracias a las mentes creativas) muchos de
los diseñadores más importantes apuestan por “bellezas raras”, que no exóticas,
o simplemente modelos feos. Y no un poco, si no, feos con ganas. De esta forma
se salen de esos cánones establecidos y la originalidad en sus colecciones o
campañas está mucho más latente.
Hace unos días leí un artículo en el que la modelo que ha
enamorado a firmas como Alexander
McQueen, Balenciaga, Alexander Wang, Prada, Gucci o Chanel, había sufrido
bullying en su infancia donde la llamaban de todos los animales que puedan
existir en Selvo Aventura, y es que los rasgos físicos de Molly Bair hace que
parezca un personaje de Studio Ghibli.
Muy cerca tenemos
un caso similar, y es que la poco agraciada Rossy de Palma (ese orgullo de española tan genial) y su nariz han sido musas
del gran Jean Paul Gaultier, además de ser un icono en el mundo de la moda
desde que Almodóvar la descubriese en cualquier antrucho en plena “movida
madrileña”.
Modelos como Lily
McMenamy con cara de haberle dado un aire hace cinco minutos, están teniendo su
momento de protagonismo en esta nueva tendencia que cada día rompe más con los
establecidos estereotipos. De hecho, ya hay hasta agencias de modelos para
feos, como es el caso de la Ugly Models en Inglaterra, que cuenta con unos
cuantos de personajes del libro Guinness de los records, podéis dejar volar
vuestra imaginación perfectamente.
En mi opinión es
algo maravilloso que esto sea así, me parece mucho más inspiradora una persona
con rasgos que se salgan de lo común que una simple cara bonita que encaja en
cualquier parte.
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